Cómo un simple cambio en tu refrigerador puede transformar tu alimentación

Aunque no lo creamos, pequeñas señales o “empujones” influyen constantemente en las decisiones que tomamos a diario. Desde lo que elegimos desayunar hasta el tipo de transporte que usamos, gran parte de nuestras elecciones no son fruto de una reflexión profunda, sino de cómo está diseñado el entorno que nos rodea.

Este principio es una de las bases de las ciencias del comportamiento, un campo que estudia cómo las personas realmente piensan y actúan, en lugar de cómo “deberían” hacerlo según la lógica racional. Uno de los conceptos más conocidos dentro de este enfoque es el del nudge o “empujón”, popularizado por los economistas Richard Thaler y Cass Sunstein. Un nudge es una pequeña modificación en el entorno que cambia el comportamiento de las personas de manera predecible, sin prohibir opciones ni imponer incentivos económicos.

El refrigerador como experimento conductual

Pensemos por un momento en un objeto cotidiano: el refrigerador.
¿Alguna vez te has detenido a observar cómo está organizado el tuyo? Usualmente, las frutas y verduras terminan en los cajones del fondo, donde quedan fuera de la vista y, por ende, fuera de la mente. En cambio, los postres, bebidas gaseosas y alimentos ultraprocesados suelen ocupar los estantes del medio, justo a la altura de los ojos y al alcance inmediato de la mano.

El resultado es casi inevitable: comemos lo que vemos primero. Y lo que vemos primero, en la mayoría de los casos, no es precisamente lo más saludable. Este simple detalle de ubicación puede contribuir, de manera silenciosa, al sobrepeso, a una mala alimentación y, a largo plazo, a problemas de salud más serios.

Un pequeño cambio, un gran impacto

La buena noticia es que podemos aprovechar estos mismos principios para empujarnos hacia hábitos más saludables.
Un ajuste tan sencillo como colocar las frutas y verduras en los estantes más visibles y accesibles del refrigerador, mientras relegamos los alimentos menos saludables a zonas menos evidentes, puede influir positivamente en nuestras elecciones diarias.

De hecho, estudios en comportamiento alimentario han demostrado que la visibilidad y la accesibilidad son dos de los factores más poderosos que determinan lo que comemos. Si una manzana está a la vista y un pastel está escondido, es mucho más probable que elijamos la fruta sin sentir que estamos haciendo un esfuerzo extra.

Más allá del refrigerador

Por supuesto, ningún “empujón” es una solución mágica. Mantener una dieta equilibrada y un estilo de vida saludable requiere constancia, ejercicio físico y una buena gestión emocional. Sin embargo, los pequeños cambios en nuestro entorno pueden ser aliados valiosos.

El mismo principio se aplica en muchos otros contextos: poner una botella de agua en el escritorio para fomentar la hidratación, dejar la ropa deportiva lista la noche anterior para facilitar el ejercicio matutino, o configurar el teléfono para reducir notificaciones y mejorar la concentración.

En C3 – COLEGIO DE CIENCIAS DEL COMPORTAMIENTO somos conscientes de que no siempre necesitamos fuerza de voluntad para mejorar nuestros hábitos; a veces, basta con rediseñar el entorno para que trabaje a nuestro favor. La próxima vez que abras tu refrigerador, piensa que estás frente a un pequeño laboratorio de ciencias del comportamiento. Un par de movimientos estratégicos podrían ser el primer paso hacia una alimentación más consciente y una vida más saludable.